Acude
«Acude con frecuencia» escuché. Suele ser común oír de un tercero refiriéndose a alguien que, ya sea por mera obsesión o por posibilidad, va a husmear a una librería. Quizá a mi igual me lo dicen, aunque no sé a cuál grupo pertenezco, ¿Los obsesionados o los buscadores de posibilidades? Ni idea, puede que dependa del día.
Passeig de Gràcia es una de las calles principales de Barcelona, principal para los que quieren gastarse cientos de euros comprando cosas que pocas veces usaran, o para los sin apuro caminan desde Plaça Cinc d'Oros a Plaça de Catalunya esperando ver algo nuevo —todas las veces surge algo nuevo—, pero, también es un lugar de paso para los que solemos comprar libros. No porque tengamos dinero sino porque cerca de ahí están las librerías que, al menos, a mí me gustan. Alibri, Finestres, Casa del Llibre, La Central, por decir algunas. Uno al final es rehén de sus pasiones, de sus posibilidades, que van ligadas a sus restricciones, así que, ni modo.
Cada cierto tiempo aparece algo nuevo. Hace no mucho tiempo vi Leibniz on Binary: The Invention of Computer Arithmetic, un libro que tendré en cuenta cuando escriba sobre historia de la computación. Por otro lado, hoy me encontré con un libro demás inquietante —¡y en español!— Narrar, conjeturar y computar. El Pensamiento de Enrique Trillas Ruiz, un académico español ya retirado que decidió —así parece— escribir libros interesantes para no-académicos. Cuando se ve el final […] uno tiende a volverse más generoso, dicen.
En fin, hay algo interesante en las buenas librerías. Un día encontré a Mauricio Wiesenthal, una magnífica erudición al servicio de una prosa clara y elegante. Nunca aburrida. Mientras recorría las páginas de su Libro de réquiems, me llevo a la San Petersburgo de Dostoyevski con sus bellas Noches Blancas; más tarde a una hermosa ciudad costera de Italia: Sorrento. En medio de sus viajes y vicisitudes —narrados como un dietario de anécdotas— aparecían cuadros, canciones, cantos, mujeres hermosas, museos, restaurantes, calles, paisajes, atardeceres, entre otras muchas cosas. Así es la buena erudición: siempre se aprende algo con un buen dato, siempre preciso, nunca sobra.
Al igual que pasa con las buenas librerías.
Primero se acude a comprar.
Luego se acude a descubrir a través de la lectura.
Y otros, menos afortunados, acudimos a buscar ideas para seguir escribiendo.