Amores fugaces
He aquí una confesión: yo he amado a solo una persona en esta vida —y dejo de lado a mi familia en esta ecuación—, porque uno solo ama a alguien que le ha amado. Así que siguiendo este principio elemental, el resto solo alcanzaron el estatus de ‘posibles amores’ —o de ‘héroes que te salvaron de un mal rato’—. Fueron nada más que fugaces recuerdos, en el mejor de los casos. Algunos con una sonrisita en sus emoticones dirían que me refiero a la informática cuando uso la palabra ‘amor’, pues no, no he caído tan bajo; otros, a los libros, tampoco, en dicho caso hubiera vendido mis muebles para comprar más libros, evidentemente, pues siempre hace falta espacio para el amor (aún tengo donde dormir); y algunos necios —que hay varios— apuntarían al café con leche, error, eso no es amor sino obsesión. Amores hay varios, razones para explicarlos siempre son pocas.
No sé si usted se ha dado cuenta, pero los informáticos parecen autómatas desprovistos de amor. En el sentido estricto del significado, «Máquina dotada de un mecanismo que le permite moverse, en particular la que imita la figura y movimientos de un ser animado, normalmente humano», ¿cuándo ha visto un informático hablar de sus sentimientos? Pues no recuerdo ninguno. Lágrimas he visto, eso sí, a raudales, como tsunamis, pero no por los motivos nobles. Generalmente provocadas por egos maltratados, envidias injustificadas y —en los casos clínicamente tratables— por falta de likes. Y es que palabras como ‘amor’ y ‘amistad’ no están en su diccionario (para esas claves su función hash siempre devuelve null [no pude evitar escribir esto]).
Ante tal situación debería existir un pódcast que se llame: «Programamos por amor» o «Compilando un corazón» o «Un programador en tu camino», de seguro, no tendrían seguidores, pues nadie en su sano juicio le hubiera puesto esos nombres, pero sus autores se podrían ir a dormir tranquilos, conformes por la labor no realizada, auténticos mercenarios de la impopularidad. Y es que un intento siempre vale más que una omisión. Eso cualquier persona rechazada lo sabe.
¿Y a qué viene todo esto? Al intento de confesión del primer párrafo que, dadas mis circunstancias actuales, no puedo revelar porque el amor solo se da cuando lo encontramos en el presente y no en el pasado. Fíjese que sigo mi principio elemental.
En fin, acaso los programadores deberían escribir más sobre el amor…
Acaso…