Códigos, que conocen a otros códigos
En este escrito busco reflexionar sobre la siguiente frase: «Todo código se entiende mejor con otro código». Una idea que entusiasma o, si se quiere, enerva a más de alguien. Puesto que se cree que todo código es entendido por su creador. Esto es falso. Los ejemplos sobran, y si no fuera falso, entonces no habría errores (tenga en cuenta que si de manera deliberada añado una falla, no lo considero un error).
Para comenzar debo advertir lo próximo: no todo código que se escribe se produce mediante nuestro aparato cognoscitivo. De hecho, si un día necesito crear una funcionalidad que carezco de conocimiento para efectuarla, normal es atrapar el código buscando por los diversos resultados del navegador o iniciando una conversación con un chat de IA; y, a pesar de esto, nada de ese código vino de mí. La solicitud (que puede estar escrita como una pregunta), si quiere. Pero el código no fue generado por mi entendimiento.
Imaginemos —parafraseando a Leibniz— que estamos en el mejor de los mundos posibles del desarrollo de software, donde todo el código que escribimos, si es entendido, entonces está libre de errores. Implica, pues, que los requerimientos no guardan descuidos, ni que tenemos actitudes éticas que cercan lo laxo. Por supuesto, esto es ingenuo e irreal, todavía, útil para lo que sigue.
Ahora bien, cabe preguntarse: ¿Cómo ese código que entiendo, que no guarda falla, puedo mejorarlo? Puedo ceñirme a la frase que comienza este escrito. El entendimiento concibe una superación. Y así, si entiendo mi código y luego entiendo otro —de similar objetivo y de mayor calidad—, avanzo. Y así, si avanzo gracias a lo que entendí de ese otro código, me supero.
No es, por tanto, una cuestión de ganar más conocimiento para afrontar nuevos retos (que incluso lo es; y sugiero que lo haga), sino entender mejor el código en términos de otro código, es colocarse en una posición retrospectiva hacia lo hecho, hacia lo escrito, hacia todos los códigos previos.
Entender más códigos, es, una espera y una posibilidad, de pararse frente a nuestro código pasado y murmurarle al oído:
Ahora que te vuelvo a ver, sé cómo de verdad deberías ser.