El anhelo de dejar de programar

Con la popularidad de los generadores automáticos de código, que cumplen la función de asistentes, somos testigos, casi en primera línea, de como los que vivían atiborrados de objeciones han encontrado, al fin —«¡al fin!»—, su pretexto final para dejar de programar.

Una serial similar a Los ingenieros no programan —tal vez del mismo director—, han llegado a nuestros cines los estrenos que más cautivan a los informáticos que no programan. Esto unido a que algunos les da vergüenza llamarse «programadores», y por eso inventaron términos como «analista programador», «desarrollador de software superior», «analista fullstack desarrollador superior», porque la palabrita programador por si sola denota una cierta simpleza, facilidad, inferioridad, falta de profundidad, si quiere.

Y cuando eso no basta: subimos a «ingeniero de software» —porque la palabra ingeniero diluye infravaloraciones futuras—, aunque en ese nivel la cuestión se asoma sospechosa. «Lidero un equipo de desarrollo» dice orgulloso un ingeniero de software, pues siempre hay que estar contento cuando estás alejado de «escribir código». El paso a la gestión como vía de escape del compilador. Así, el compilador también se vuelve sospechoso, demasiada simpleza-facilidad-inferioridad.

Oyó de seguro a algún optimista decir —hablando de los asistentes de código como GitHub Copilot o ChatGPT— que colocarían la lápida a los programadores. «¡Los programadores serán reemplazados!, ¡Por fin se hará justicia por nuestro sufrimiento!» Extasiados por la celeridad de su sueño-pretexto y olvidados de su ineptitud, los informáticos que no programan avanzan cada día por las avenidas sin IDE; con entusiasmo y entereza; con emoción en cada me gusta y retuiteo sobre GPT-X; con satisfacción en cada artículo que titula «El final de la…» y ya no necesitan leer más, pues prevén que la palabra siguiente será programación. No hay tiempo de leer cuando hay que celebrar.

Días y noches hurgando en Google el código afin, es decir, de copiar el código —incorrecto— de Stack Overflow, han llegado a su fin. En los vaivenes de la vida, lo que para algunos puede ser una pasión y un divertimiento, para otros es todo un dolor.

Los informáticos que no programan sospechan el desenlace de la historia, que reparará los años de burlas y menosprecios, que los programadores le han fustigado, para erigirse en los profetas —de la impericia— que tanto anhelaron ser: presumir que ellos son los legítimos informáticos.