Había una vez un algoritmo...

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Exploraciones: Malasia

camilocs.substack.com

Exploraciones: Malasia

Camilo Chacón Sartori
Feb 26
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Mi primer encuentro con Malasia —y con el sudeste asiático—comenzó hace unos días. El motivo —o excusa— fue asistir a una conferencia científica que, dicho sea de paso, no vale la pena mencionar, pues no hubo nada rescatable de ver ni escuchar. No obstante, sobre el país, su cultura, sus tradiciones y su fauna hay cosas interesantes de narrar.

Malasia se encuentra en la parte insular del sudeste asiático, junto a Indonesia, Filipinas y los estados pequeños de Brunéi y Timor Oriental. Su clima oscila durante todo el año entre 25 y 35 grados, es tropical cerca del ecuador, con una humedad que supera el 80%. Es un país multicultural, con fuerte presencia de comunidades indias y chinas, su religión principal es el Islam, por tanto, es un país donde la gran mayoría son musulmanes —ver mujeres con velos y la prohibición de beber alcohol es algo normal—.

Su capital se llama Kuala Lumpur, conocida por las Torres Petronas, es una metrópoli que surgió en medio de la selva de Malasia y, hoy, alberga una enorme cantidad de rascacielos. Sorprende ver sus fotos a principio del siglo XX con lo que es en la actualidad. Quizá sea la ciudad en donde más ha permeado la cultura occidental en Malasia. Yo no he estado en Kuala Lumpur, en cambio, me encuentro en Kuantan, una ciudad de unos 400 mil habitantes, situada en la zona central de Malasia peninsular.

Una de las primeras impresiones que me causo Kuantan es que los malayos hacen todo en coches o motos, ¿caminar 500 metros? No, mejor en coche. Su ciudad no está diseñada para el peatón —ni hablar de bicicletas—, pocas aceras, pocos pasos peatonales; filas interminables de coches se ven pasar —junto a una no menos despreciable cantidad de talleres mecánicos (por obvias razones)— y la única manera de cruzar es aprovechando los pequeños lapsos de tiempo que te dan para mover las piernas con velocidad. Incluso cuando le preguntas cómo ir andando a alguna montaña que rodea la ciudad te miran con sorpresa «¿andando?», y es que caminar no es una actividad habitual. Eso para mí ya me pareció extraño.

Siguiendo con lo anterior. Kuantan no es una ciudad grande, acaso por eso cuando subí a la Kuantan Tower 188, pude corroborar mi sorpresa: la de que haya tantos motores en vez de personas, pues si se mira de punta a punta, es una ciudad que se podría cruzar caminando en pocas horas; ahora bien, eso no significa que, como antes dije, sea una ciudad hecha para el peatón. Su forma y diseño hace más difícil caminar y, por tanto, te obliga a andar el doble para ir a un lugar que está cerca.

En la ribera se dejaba divisar alguna nutria lisa, merodeando, solitaria, típicas por este lado del mundo. Luego, si nos alejamos de ahí y vamos a la parte más rural de la ciudad, las casas están rodeadas por pequeños canales de agua donde, no estoy seguro si pasan los desechos humanos o agua de lluvia o ambos; la cuestión curiosa es que mientras observaba estas construcciones por donde se traslada el agua, de pronto, la cabeza alargada de un lagarto emergió, y aunque no salió del agua —para ver su cuerpo completo—, ya en ese momento me pareció que era grande. Más tarde me lo volvería a encontrar.

En Kuantan hay montañas en donde puedes vivir la experiencia de andar por una selva tropical asiática. Nos dirigimos a Bukit Pelindung, una zona perfecta para hacer senderismo y adentrarnos a la selva. Su dificultad es baja, aunque al comienzo se torna empinada, algo sorprendente fue detenerse no solo a observar su fauna sino a escuchar los sonidos provenientes de diferentes tipos pájaros al unísono, era como oír una sinfonía. Ya dentro de la selva no nos topamos con muchas personas, ni tampoco encontramos algún animal extraño —quizá son tímidos—, sí, era sorprendente la altura de sus árboles, con raíces largas en forma de láminas, adaptadas para sobrevivir a ese entorno.

Me equivoqué al mencionar que no nos encontramos con animales extraños: tuve la suerte de encontrar una hilera de hormigas en donde surgió, caminando en paralelo a la hilera, como quien va dirigiendo un batallón, una Giant Forest Ant, ¡la hormiga más grande de Asia!, me sentí muy afortunado. Son hormigas que andan más de noche que de día, y ver una, de casi 3 cm, es algo curioso, pues quizá nunca más la vuelva a ver. Mi interés por las hormigas viene de qué mi área de investigación trata sobre algoritmos de aproximación, entre los cuales se encuentra el algoritmo de colonia de hormigas, es uno de los algoritmos clásicos junto con los algoritmos genéticos (ambos, nacen de metáforas desde la naturaleza). Así que ver hormigas y, aún más, cuando son raras como esa, es algo peculiar e interesante.

Al salir de la selva, luego de casi una hora de caminata, se llega a la playa de Teluk Cempedak. Un hermoso lugar rodeado de enormes rocas, arena lisa acompañada de un fuerte viento, e incluso con la intromisión de algunos intrusos: los macacos Rhesus, unos pequeños monos que no tienen problema con convivir con los humanos mientras juegan, trepan, comen, y se divierten en asentamientos cercanos a la playa. (Tuve cuidado al grabarlos porque se nota que son «amigos» de lo ajeno.)

Ya alejándonos de la playa para regresar a la ciudad, vuelvo a ver las típicas casas con canales de agua; esta vez más lujosas, enormes, como palacios —eran palacios—, incluso con sus propias canchas de fútbol y helipuerto —la diferencia de dinero también son latentes—, de hecho más adelante nos encontramos con un campo de golf (Nagurn Golf Academy Driving Range).

Entre medio de un calor infernal, sumado a una gran humedad, a lo lejos, vuelvo a ver a un lagarto —en realidad eran dos—, justo saliendo del agua, se trataba de varanos acuáticos de más de un metro, típicos en Asia, y es que con este clima pueden sobrevivir sin problema pues son semiacuáticos. Lástima que no tuve la suficiente velocidad para tomarles una foto, se ocultaron velozmente entre la maleza.

Sobre la comida no hay mucho que decir, es buena, es barata, y hay variedad. Algo común si visitas un país del sudeste asiático. Además, la gente es amable y, por supuesto, nada más debes tener precaución e investigar para evitar pagar de más (por no decir, que te estafen).

Malasia representa ese tipo de país que, al verlo, y sobre todo vivirlo, sabes que estás en presencia de un lugar que quizá nunca más regreses, pero que vale la pena vivir. Al menos una vez en la vida.

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