La brisa del tiempo
Mario Benedetti escribió «cinco minutos bastan para soñar toda una vida, así de relativo es el tiempo». Y es que el tiempo siempre nos ha causado intriga, más aún, cuando lo miramos a lo lejos. Ayer y hoy siempre han tenido una disputa; algunos dicen que es para desentrañar cuál día es mejor; otros, en tanto, disuelven la disputa diciendo que el mañana le gana a ambos. Un pesimista diría que ayer es mejor, un realista diría que hoy, un optimista diría que mañana. Un pesimista mira hacia el pasado como observando un espejo retrovisor mientras se aleja de un bello recuerdo; un realista observa las hojas caer mientras la brisa del tiempo pasa por su rostro; un optimista está demasiado ocupado planificando los sucesos hermosos que están por acaecer. ¿En qué grupo se encuentra usted?
Esta analogía se puede llevar a los programadores: tenemos los que ven al pasado añorando regresar, los que ven el futuro con exacerbado entusiasmo, y los que viven en el presente y dudan del ayer y del mañana.
Los «programadores del pasado» derrochan confianza en sus experiencias personales. Pero son frágiles a la sistematización y al rigor. Es, sin duda, la programación, una de las actividades más débiles en cuanto a su sistematización. De hecho, si se observa a los desarrolladores rara vez verá un pensamiento sistémico —entiéndase por el pensamiento que se rige por la evidencia y deja de lado experiencias personales para dar claridad a cuestiones como el diseño de software—, algunos de hecho no creen que haya una verdad —ni aproximada— sino que todo se reduce a experiencias personales. Generalizadores de su microcosmo subjetivo. Años de experiencia vasta para saltarse el rigor, porque para ellos «la experiencia de la vida» es más importante que todo lo demás. ¿Evidencia? ¿Datos? Nada. Solo los propios.
Ingenuidad sería la palabra para describir a los «programadores del futuro», impacientes por cada nueva herramienta que surge, no hay espacio para reflexionar cuando hay que ocupar el rol del usuario, hay que estar en la cresta de la ola, «a las herramientas nuevas no se les critica, se les usa» repiten; inician un nuevo día con el mantra: «hay que encontrar otra herramienta», no hay reparo en sus vidas mientras haya algo nuevo que probar, como una droga, nunca se acaba.
Me temo que solo nos quedan los «programadores del presente», que ante la duda se quedan sin tiempo; siempre a mitad de camino, siempre a la espera, siempre antes de tiempo, siempre con un reloj que marca el tiempo de manera relativa.