Reflexiones de un vil informático
La vileza disminuye la percepción de la amabilidad. Uno no puede ser canalla y amable al mismo tiempo, supongo. Si me comporto de manera canalla, la gente solo recordará eso, olvidando las veces en que fui generoso. En cualquier caso, estoy jodido de todas formas. Por eso en este artículo elijo ser vil.
Hace unos días regresé a Barcelona desde Chile. Casi un mes fuera es suficiente para descargar energía, porque para mí viajar significa mantenerse más activo que de costumbre. El viaje como búsqueda, no como contemplación, en eso creo. Siendo sincero, encontrar tranquilidad al regresar a casa es reconfortante. Veo a mi alrededor y no hay nada, solo silencio, y una tenue luz solar me golpea mientras el calefactor hace su único trabajo: el de evitar que tenga frio. Así recargo energías.
El día de la presentación de mi libro (Principios de Programación), en Castro, en la biblioteca pública, resultó bien. Fue bastante gente y más de lo que esperaba para ser un libro técnico, además, distintas generaciones se reunieron. Girar la cabeza y ver que por un lado había jóvenes, y por otro, mayores, me sorprendió. Nunca se espera eso. De hecho, nunca se espera nada. Porque escribir esperando alguna recompensa es tan tonto como esperar que tu código jamás tendrá errores. Más tarde llegaron las solicitudes de fotos conmigo, me embriagué de fama durante diez, quizá veinte, o incluso treinta segundos; una suerte de rock-star-chilote, aunque sin escenario ni instrumentos. (A mi pesar no sé tocar ningún instrumento.) Sin más, uno se da cuenta de que la gente tiende a exagerar en sus halagos. O tal vez se deba al contexto: salir de una isla parece requerir más esfuerzo (o suerte), especialmente si tu familia no es ni fue de plata. De todas formas, quiero creer que mis mínimos logros se deben a pura voluntad.
No tengo mucho que añadir sobre mi viaje a Chile, cuando las cosas salen bien, no hay nada que decir. Guardo silencio y sonrío. Porque los recuerdos son intransferibles, dicen. Nada más he añadido gratas vivencias que las disfrutaré en el futuro. Una posibilidad de felicidad futura. Un intento de resistir a los embates del olvido de las experiencias.
En algunas ocasiones ser vil conlleva el silencio.