Siempre hay casualidades: Filosofía de la Computación
Los libros suelen ser fuentes inagotables de creatividades. Esto cualquier lector lo sabe, sobre todo en periodos de soledades, de frustraciones, de bloqueos, de desánimos; y, es entonces, cuando nos levantamos, nos dirigimos a nuestra biblioteca y escudriñamos un ejemplar. Ese «ejemplar» es el principal responsable de que, en nuestra vida, surjan casualidades.
Corría el 2017, o 2018, no recuerdo, cuando por algún motivo —que tampoco recuerdo— encontré —por casualidad— el artículo What is Computer Science? de William J. Rapaport. La primera cuestión que me sorprendió es la forma que estaba escrito el resumen (abstract):
Un estudio de varias definiciones propuestas de «ciencia de la computación», argumentando que se trata de un estudio científico que combina una familia de temas relacionados con la computación teórica y práctica. Su pregunta central es: ¿Qué se puede calcular (y cómo)? De esta pregunta se derivan lógicamente otras cuatro: ¿Qué se puede calcular eficazmente y cómo? ¿Qué se puede calcular en la práctica y cómo? ¿Qué puede calcularse físicamente y cómo? ¿Qué debe calcularse y cómo?
Luego, al pasar las páginas, uno se percata de que está en presencia de un artículo de Filosofía de la computación, no de uno de Ciencia de la computación (científico), ni de un artículo técnico (práctico). Por ello la sorpresa.
Esta diferencia está en el uso de la retórica como medio para plantear argumentos, lógicamente bien descritos, que, por lo general, buscan más preguntas que respuestas. Todo lo contrario a un artículo científico que plantea hipótesis para, más tarde, demostrar, con resultados verificables, que dichas hipótesis están en lo correcto o no. También se contrasta a un artículo técnico, que tiene la estructura de un recetario, donde al lector le dan pasos a seguir para aprender a usar una herramienta, esto, por tanto, necesita que las preguntas giren en torno al «¿Cómo?», no al «¿Qué?».
El artículo de Rapaport tiene la relevancia de partir desde una pregunta muy general —otra diferencia de los artículos filosóficos— para ir derivando en subpreguntas, que comienzan a ser analizadas, una a una, de manera lógica y libre de contradicciones.
A mí este artículo me suscitó tantas ideas que, si no lo hubiera leído, nunca habría tenido el interés por combinar aspectos filosóficos con técnicos sobre computación; el pódcast no existiría, ni este newsletter; en otras palabras, una parte de mí no existiría.
Un buen texto es aquel que te invita a escribir, incluso si es para rebatirlo, o ampliarlo, esos son los que producen nuevas casualidades.
Ojalá todos los escritores pudieran hacer eso.
¿No?