Un orden de razones
Una biblioteca es un proyecto de vida. Al igual que un investigador se introduce en un tema desconocido en búsqueda de la verdad, uno, comienza comprando libros, luego mirándolos, luego acariciándolos, luego oliéndolos, hasta leyéndolos. Ya no lo lees al instante porque no hace falta. Lo importante es que están ahí para cuando lo requieras.
Sepa usted que comprar libros conlleva un compromiso pero nunca inquebrantable. Si un libro no le gusta no lo lea. Leer es placer. Leer es un acto de libertad. Leer es una oportunidad para que el autor del libro le enseñe algo (si está con los ojos muy abiertos, claro). También un mal libro puede enseñar cuestiones, acaso lo que no hacer.
Mientras escribo esto suena en mis auriculares la canción This is the Life de Dream Theater que, si es verdad que me encanta, siempre es una agrado volverla a escuchar. El primer solo de guitarra que surge cerca del segundo 15 da inicio a toda una atmósfera que siempre es un deleite para los que nos gusta esta banda. No es melancolía; es más una sensación placentera cercana a la felicidad. Un viaje entre el pasado cierto y el futuro incierto. Como estar viendo el atardecer junto a alguien que quieres.
La música, en efecto, en cada nota guarda un orden, y este texto brota porque ayer me puse como objetivo ordenar mi biblioteca. Una ardua labor porque tengo muchos libros (aunque, no estoy tan loco para contarlos). En la siguiente foto están al menos el 70% —de este porcentaje, desconozco cuantos los he leído (prefiero no saberlo)—.
Un libro oculta razones. Así que en el orden de una biblioteca se erige un orden de razones.
Con orden y tiempo se encuentra el secreto de hacerlo todo, y de hacerlo bien.
Pitágoras
El código, en cambio, también oculta sus razones. Irrelevantes y mundanas por lo general: solucionar un problema insignificante, dar respuesta a un requerimiento que muchas veces es absurdo, encontrar el error introducido en el commit anterior. El trabajo del programador es ingrato por la cantidad de punto de fallos que puede acaecer, para peor, se debe sumar la poca ayuda de algunos clientes.
Sin embargo el código igual puede contener buenas razones. Que pueden depender del tipo de proyecto en que esté involucrado, si usted cree que lo que escribe genera un impacto positivo en la vida de los demás: ya es un buen punto de partida. Esa es una muy buena razón.
Algo decisivo es la satisfacción personal, y, en este punto, quiero conectarlo con el orden. Un código ordenado es un gesto de amabilidad consigo mismo. Una broma que causa gracia (no todos pueden decir lo mismo). A diferencia de la anterior, no se trata de una razón externa, sino una razón interna. Intentar hacer bien las cosas —aunque lo llamen purista los incautos— es una buena actitud en el desarrollo de software.
Y el orden en todos los sentidos tiene mucho que ver: añadir los comentarios que se deban agregar, cuidar un estándar de codificación (nombres de variables, de funciones, de clases, de ficheros, etcétera.), mensajes de commit con sentido, intentar ser claro a la hora de explicar su trabajo al equipo. Todo ello necesita un orden. Una razón más que suficiente para seguir escribiendo código.
Si me apura un poco, nada más necesitamos dos razones para programar: una interna y una externa.
Podemos desempeñarnos como programadores sin la externa, nunca sin la interna (o al menos sin nunca renunciar a esta).