La computación es humanista
La computación, entiéndase como la capacidad de realizar una secuencias de operaciones matemáticas usando reglas lógicas, con la posibilidad de ser llevadas a un soporte físico, es una actividad que su finalidad está en resolver problemas humanos. Esto, que puede parecer obvio, implica que la computación no existe por sí misma, pues si no hay humanos no hay computación. Distinto es el caso de las ciencias naturales, como es la física, donde los investigadores buscan obtener observaciones del universo —que ya está ahí— para, de esta forma, crear sus teorías que expliquen y le den mayor comprensión, para luego obtener predicciones de su funcionamiento.
La computación no está a la espera de ser descubierta ni de una teoría que pueda explicarla. Más bien, su estudio se centra en sus implicaciones —como cualquier tecnología— en la sociedad. Dos preguntas pueden surgir: ¿Cómo nos ayuda a mejorar nuestra vida? ¿Hay implicaciones negativas de este avance? En ambas se encuentra el humano tanto destinatario como validador de esta posibilidad. Y también el humano como beneficiario y como víctima. Dependerá si estamos frente a un tecnófilo o un tecnófobo.
Hay autores como Matti Tedre que opinan que la computación no es una aparición moderna sino que nos acompaña desde la antigüedad.1 Piense en el caso de los egipcios. La construcción de sus formidables pirámides, sin duda, hubo una labor —que a pesar de ser aún hoy desconocida en los detalles— requirió de la coordinación de muchas personas, siguiendo ciertas reglas, aceptando restricciones, para llegar a buen puerto.
El desorden total no es amigo de la computación. Si cada individuo es impredecible: no hay coordinación, y eso lleva a no haber automatización. Y la automatización trata con reducir el tiempo. Si el tiempo aumenta, la computación carece de utilidad. Si requiero saber la suma de 12312312 + 324234234, y un computador tarda más que yo escribiendo la suma con un lápiz y papel, todos desecharían este artefacto por inútil.
Esto, que una simple suma pudiera tomar mucho tiempo, ocurrió en los primeros años del computador digital, ya que el soporte físico todavía estaba en sus albores. Solo era cuestión de dejar pasar unos años hasta que los computadores no tan solo aumentaran su capacidad de cómputo —más operaciones matemáticas por segundo— sino reducir su tamaño.
Pero el soporte físico actual, conocido como computación clásica, que sigue la arquitectura de von Neumann, no tiene por qué ser el soporte final. Nuevas arquitecturas de computadores siguen avanzando, acaso, la más popular sea la computación cuántica, pero otras como la computación neuromórfica ganan terreno.
Es probable que nuestra forma de concebir la computación clásica mutará en un futuro, cambiando su soporte físico, ya sea a algo mejor o a algo híbrido, producto de las mismas limitaciones actuales (poder resolver problemas complejos en menos tiempo).
La computación como creación humana, que tiene a la ciencia como sabio para mejorar sus métodos, a la matemática como juez para verificarse, y a la ingeniería como colega para construir productos, es también una búsqueda humanista: la de mejorar nuestras interacciones sociales.
Le recomiendo revisar su libro: The Science of Computing: Shaping a Discipline, donde realiza una defensa de la computación como una disciplina científica. Un libro necesario porque no para todos la computación es una ciencia, sino más bien una ingeniería. Yo pienso, al igual que Peter J. Denning y Peter A. Freeman en su artículo The Profession of it Computing’s Paradigm (2009), que la computación es una combinación de varias historias que se entrelazan en las lógicas, las matemáticas, las ciencias y las ingenierías; yo agregaría: las humanidades.