Cronos, hijo de Gea (el cielo) y Urano (la tierra), es la personificación de lo que no somos capaces de ver, pero presente en nosotros nos acarrea a su inexorable existencia: el tiempo. Desde la antigüedad sabemos que hay tres distinciones temporales: el pasado, el presente y el futuro. Pero parece que tenemos una relación especial con la del medio, el presente, acaso porque es la única que sentimos que podemos «atrapar».
El tiempo presente es muy breve. Siempre está en marcha, fluye y se precipita: desaparece antes de llegar.
Séneca.
Si frente a usted tuviera un ejercicio de programación, lo resolviera, y al día siguiente volviera al mismo ejercicio y lo volviera a resolver, y esto lo repitiera durante meses. Algo está claro, o se encuentra loco, o tiene un problema serio con su memoria. ¿Qué ganaría si logra cada vez el mismo resultado? La satisfacción de la primera vez no es repetible, por eso buscamos nuevos retos, con mayores dificultades para volver a alcanzar la misma sensación inicial.
Por eso el conocimiento es como una pirámide invertida, comenzamos con algo mínimo, entonces pasamos al siguiente nivel, pues sin ese conocimiento previo todo lo demás es frágil, difícil, desconectado, hasta no verle el sentido.
Entre los primeros titanes se encontraba Urano y Gea, ambos estaban casados; Urano concebía hijos con Gea que, no les permitía dar luz, pues él quería ser el único gobernante del universo. Esto causó en Gea un profundo rencor hacia Urano, que más tarde se vería materializado con Cronos, el único hijo que haría frente a su padre. Un día Cronos, atrapado por la rabia, atacó a Urano, lo castró, y luego se deshizo de él para ocupar su lugar.
La paradoja emerge cuando Cronos, con todo el poder del universo, comienza a hacer lo mismo que su padre, devoraba a todos sus hijos nada más al nacer; transformando su vida en un círculo de repeticiones, un tiempo que vuelve, una y otra vez, como una lección jamás aprendida. Luego sus hijos, entre ellos Zeus, le harían lo mismo.
Así, parece que cualesquiera que osa retar al tiempo, intentando repetir una acción, está destinado al mismo desenlace, como un infinito retorno. Quizá ahora cobra sentido la frase «Si quieres resultados diferentes, haz algo diferente».
Como programadores siempre estamos atrasados con respecto al presente, como un retraso permanente, porque siempre hay algo nuevo que aprender, que saber, que experimentar, o que criticar. En suma: no somos capaces de atraparlo ni de vivirlo.
Lo curioso: es que en ese retraso siempre trae algo de repetición, pareciera que todas las tecnologías «modernas» trajeran consigo algo ya visto. Quizá al igual que Cronos y su padre Urano, ¿nos espera el mismo final?
En algo me recuerda la historia de Sísifo.