«Su señoría: soy inocente»
«La ideología del movimiento de código abierto es una utopía»,1 «Después de que la burbuja de los móviles inalámbricos estalle este año, volveremos a ensartar fibras»,2 «Los sistemas operativos actuales (Windows y Linux) son cacharros anticuados que no serán capaces de manejar adecuadamente la llegada del “internet del vídeo”»3 refirió el «acusado» de este texto. Quizá lo primero que podría juzgar al leerlas es que estamos en presencia de un sujeto extraviado o, al menos, alguien carente de habilidades místicas-futurólogas. En cualquier caso: ¡que pase al banquillo!
Ya sabemos que un experto en un campo no significa ser experto en otro. Pero, hoy, y más que ayer, vemos en las redes sociales personajes que opinan de todo: «igual algún seguidor puedo ganar»; entornos irreflexivos que incentivan el disparar antes de pensar, lo primero que cruce por la mente, ya nada importa, pues lo importante es provocar algo en los demás.
Frente a nosotros tenemos a nuestro acusado, su expediente revela algunas culpas: dichos desafortunados y pésimas predicciones, a la vez cuenta con un prontuario que amerita una doble —o triple— revisión, acaso bondadosas.
Y es que el cocreador de Ethernet —un conjunto de estándares, protocolos, que permiten comunicar computadores por medio de una red local— está al nivel de los inventores de TCP/IP o de la Web; hitos técnicos que al contrario de lo que algunos creen —otros extraviados— están interconectados. Todos se funden en una idea nuclear: cómo comunicar datos, luego como representar la información desde los datos, para finalmente ganar conocimiento desde la información. Puesto que la computación es todo eso.
Hoy, Robert Metcalfe fue anunciado como flamante ganador del premio ACM Turing 2022. Y es que nuestro acusado, su prontuario, no lo inhabilita para ganar premios importantes; menos para decir cosas apresuradas.
Ethernet es parte de la infraestructura de nuestro mundo digital, de la tecnología, de internet, no cabe duda. Entonces, lo raro no está en que le hayan concedido el premio, sino porque tan tarde.
La moraleja que esconde nuestro acusado se encuentra en que, sin duda, hay que tener cuidado cuando un especialista —independiente de sus galardones— se desvía de su órbita de conocimiento, incluso en campos que están próximos, para realizar afirmaciones, porque al final es un especialista, no un futurólogo.
En fin, queda absuelto.