Un pretexto entre ayer y hoy
Ayer fue el primer día que no escribí el newsletter. Todavía sigo vivo —o al menos eso parece—. A mi favor debo decir que no lo escribí porque lo estuve pasando bien; y en mi contra: tampoco fue la gran cosa. Aunque esto último es normal. Normal, pues, el inconformismo siempre ha estado presente en mí. (Quizá nunca me tomé muy en serio la frase de Salvador Dalí: «No temas a la perfección. Nunca la alcanzarás».) Este consiste en creer que un evento siempre puede ser mejor, aunque, como cualquier persona razonable sabe, no hay un límite a ello.
Por definición: si sabemos que todo es insuficiente en cierto grado, es demasiado obvio catalogarse como inconformista. Acaso, lo que quiero decir con esto es que, una mejora es plausible, entonces nunca conviene decir «Esto está perfecto», pues la perfección es lo contrario al conformismo.
En esta entrada quiero defender el inconformismo moderado. Para esto quiero exponer dos tipos de conformismo, los que dicen (1) «No hay nada que hacer porque está bien», y (2) «ya es suficiente, con esto basta». El primero es el que cree que llegó próximo a la perfección (vive en un engaño), el segundo, renuncia antes de tiempo, aunque sabe que no está bien (asume la imperfección y la pereza). Yo creo que el segundo es peor porque deliberadamente no quiere esforzarse.
Un inconformista moderado sabe que hay cuestiones mejorables: es moderado en contraste al inconformista ingenuo (un perfeccionista clásico), en que, no puede estar mejorando algo indefinidamente, porque se pasaría toda la vida así. Es decir, conoce un límite pudiendo ser el del tiempo u otra restricción. El conformista del segundo caso es alguien que tiene demasiados límites y los usa demasiado pronto.
Moviendo esto a la informática se me viene a la cabeza Donald Knuth. No recuerdo alguien que llevé décadas escribiendo el mismo libro, pero dividido en diferentes tomos (lo comenzó a escribir en 1968). Y es que, The Art of Computer Programming (TAOCP), es la obra cumbre de las ciencias de la computación. Y aún inconclusa, pues, Knuth, la sigue escribiendo (es probable que su idea sea nunca terminarla, pues ya tiene sus años y no se ve fecha de término).1
Yo creo creer que, al igual que el filósofo Mario Bunge, decidió que es mejor ponerse trabajar en un proyecto grande, inconcluso, para tener un objetivo en la vida, una buena vida. Esta forma de ver las cosas me hace sentido. Tener una razón, un motivo, un sentido, es necesario para sobrellevar la vida con ánimo.
Ejemplo: no recuerdo cuando fue la última vez que dije «estoy aburrido» porque siempre estoy haciendo cosas, me divierto aprendiendo y compartiendo contenido, así que nunca hay tiempo para aburrirse. El mundo esconde cosas divertidas por ser descubiertas y, con un inconformismo moderado, lo podríamos encaminar mejor.
¿Usted tiene un proyecto inconcluso que lo motive?
Es una lectura que recomiendo pero no es imprescindible. Tiene una complejidad que se escapa de la mayoría de los libros de programación, esto, porque el análisis de algoritmos, área que él fue parte importante en su creación, tiene un fuerte componente matemático. No obstante, esto más que producir un desánimo debe ser motivo de reto: el de superarse a sí mismo.