Con la popularidad de los generadores automáticos de código, que cumplen la función de asistentes, somos testigos, casi en primera línea, de como los que vivían atiborrados de objeciones han encontrado, al fin —«¡al fin!»—, su pretexto final para dejar de programar.
Estaba escribiendo una opinión ácida, pero creo que has sido suficientemente claro Camilo. Para qué abundar más.
Un abrazo