Decía María Zambrano que la actividad de escribir es «una derrota íntima».1 He creído —quizá ingenuamente— que escribir conlleva los siguientes ingredientes: una causa, una necesidad de compartir y un sentimiento de indefensión personal; también podría sumarse la derrota frente al espejo.
La escritura lleva asociada la derrota del que escribe porque asume la imperfección, no hay una obra al borde del final, ni en la literatura, ni en la programación. Todo lo que uno escribe se podría reescribir mejor, con mejores verbos, con mejores adjetivos, con mejores algoritmos, o de manera más concisa y directa, dejando atrás palabrería y código innecesario. ¿Cómo saberlo?
Luego de semanas fuera de aquí, así, como un pensionado que solo sale dar un paseo, debo admitir que no he dejado de escribir. Mi ausencia del Newsletter se debe a una innoble razón: el plazo de entrega de mi libro es en enero del 2023. Y como pueden darse cuenta, si mueven la mirada a la fecha actual en que leen este artículo, no falta mucho. Mis esfuerzos, por tanto, se han priorizado.
En Principios de Programación, el título de mi siguiente libro, he querido dar todo lo que tengo en estos momentos. En cuanto a mi conocimiento de la programación. Es claro, que aunque busque la perfección, no la alcanzaré. Será una obra imperfecta, incompleta, pero, pueden estar seguros, que lo he intentado.
Sobre el libro y su contenido, pronto vendrán nuevos artículos hablando sobre los detalles.
Nada más.
Completamente de acuerdo con respecto a la perfección inalcanzable. En mi caso siempre escribo con la sensación de que podría hacerlo mejor, pero con la necesidad de tener algo tangible y criticable. Si tienes una base es mucho más fácil mejorar esa base, pero dado que una pieza perfecta es aquella que no puedes mejorarla más, no, nunca la alcancé y muestra de ello son los comentarios a lo largo del texto que conforma mi código fuente diciendo TODO y FIXME. Siempre nos quedará la posibilidad de reeditar tiempo después con mayor experiencia 😉